Hoy, domingo 4 de Marzo del 2012 ha estado el cielo de Madrid encapotado, aunque la temperatura ha sido excelente.
También hoy ha vuelto a los ruedos, en Olivenza (Badajoz), Juan José Padilla. Dos orejas. Enhorabuena, maestro.
Y hoy he recordado esos momentos en los que, en nuestra niñez, todos soñábamos con ser pilotos, médicos o toreros.
......
Familiarizado con este ambiente, no
resultará extraño que a mi primo Patricio le surgiera, casi por necesidad pero
un poco tarde ya para decidirse, unos incontenibles deseos de probar fortuna e
intentar dar un salto hacia la fama. Cuando finalizaba sus faenas en la
vaquería, más de una tarde comenzaba su otra peculiar faena. Cogía un cartón o
una camisa armada con un palo como muleta y, en el patio de nuestra casa,
teniendo como enemigo las temibles embestidas de mi perra “Canela”, nos daba un
verdadero recital de lo que, según él, era y debía ser el “toreo de verdá”.
La
asistencia a una corrida de toros es prácticamente una necesidad para los
verdaderos amantes de la
Fiesta. El colorido, el olor a puro habano, la charla con el
compañero de tendido o el reproche al “entendidillo” de su desconocimiento del
verdadero arte del toreo, mezclado con los gritos de “¡Olé!”, con el sonido de
los clarines y con toda una jerga de términos e interjecciones producen una
sensación en el espectador que, en ciertos momentos, le hacen sentirse
partícipe y casi tan torero como el que está lidiando.
Patricio,
como cualquiera de los otros espectadores, se podría haber conformado con eso.
Era el quinto de la
tarde, un toro negro zaino con unas defensas que producían muchísimo respeto.
Salió de chiqueros resoplando y nerviosamente corretón. Se produjo un silencio
sepulcral en ese momento en que peones y maestros observan al animal por unos
instantes para aprender sus derrotes y querencias. Aún no había parado de
correr alrededor de la plaza buscando a su enemigo o una salida. Desde el
tendido alto del cinco bajó corriendo por las escaleras hasta la barrera un
hombre que, de un salto que nadie pudo evitar, se plantó sobre la arena del
ruedo.
-
¡Un espontáneo…!. ¡Un espontáneo…! –
gritó la concurrencia.
Y, desde una localidad del tendido seis, otro grito más
aterrado y estremecedor resonó en toda la plaza:
-
¡Mi hermano!, ¡Virgen santa!, ¡Mi hermano…!
Poco
duró la aventura. Pudo citar, a cuerpo descubierto y levantando las manos, un
par de veces al morlaco. A la segunda, el toro se le arrancó y, recortándole
perfectamente el camino, le propinó un solemne topetazo. Afortunadamente no
tuvo más repercusiones que las correspondientes magulladuras producidas por la
embestida y el rotundo golpetazo contra el suelo. Rápidamente los peones
recogieron al toro y uno de ellos, recordándole lo peligroso y grave de su
hazaña, condujo a mi primo, agarrándole del brazo, hasta un burladero en el que
ya le esperaba una pareja de la Policía Armada. La sanción ya la conocía: habría de
estar, como muy poco y si no se complicaban las cosas, una noche en los
calabozos de la Dirección General de Seguridad.
Cuando,
al caer la tarde del día siguiente, lo vi llegar a la puerta del patio
acompañado del tío Enrique, su padre, de Julián y de mi madrina que le habían sacado de los calabozos pagando la correspondiente multa, sólo me fijé en un ejemplar del “Ruedo” que
traía bien plegado en un bolsillo de su raída chaqueta. Al llegar junto a mí,
me lo alargó y me dijo muy tranquilo y lleno de orgullo:
-
Mira la foto…
Efectivamente, en un recuadro de la
portada sobre una fotografía de un soberbio toro levantando por lo alto el
cuerpo de un hombre como si de un pelele se tratara, estaba la suya. La del espontáneo. ¡La suya!.
Desde
ese momento, Patricio fue para mí, si no el más querido, el más admirado de todos
mis primos.
(Extracto de mi novela Sinfonía en Re...cuerdos de mi niñez) Aún no publicada.
La plaza de toros de Las Ventas (Madrid), es sin duda la plaza más importante del mundo; fue inaugurada el 17 de junio de 1931, con el nombre plaza de Las Ventas y del Espíritu Santo, por ser el nombre de la zona en aquella época. Permaneció prácticamente cerrada durante tres años, su inauguración definitiva fue el 21 de octubre de 1934. Ese el cartel lo componían: Juan Belmonte, Marcial Lalanda y Joaquín Rodriguez "Cagancho".
Frase del día:
"Aunque los sueños se evaporen al despertarse, todo ser humano tiene derecho a soñar y ¡merece la pena!".
La novela tiene muy buena pinta. Me gusta mucho lo que escribes, he estado siguiéndolo desde el muro del colegio, pero ya lo hago oficialmente :)
ResponderEliminarUn saludo y sigue así
Gracias por tu opinión. Cuando me decida a darle el enfoque adecuado al momento actual,publicaré Sinfonía en Re...
ResponderEliminarSois varios los que me lo habéis pedido. Un abrazo.