domingo, 31 de marzo de 2013

Semana Santa del 2013

Siempre me producía cierta extrañeza el hecho de que, en alguno de los días de la Semana Santa, el tiempo se mostrara con unas características que no animaban a salir de casa. Pero, a pesar de los Viernes Santos grises (casi todos los Viernes Santos), siempre se esperaba un Domingo de Pascua alegre con la alegría que proporciona un sol radiante. Este año ha sido diferente. El tiempo no ha acompañado. Un gran número de cofradías tanto de Andalucía (Sevilla, Málaga, etc.) como de la Vieja Castilla o las cofradías murcianas no han podido mostrar sus imágenes al pueblo. 
En Madrid la devoción al Cristo de Medinaceli está especialmente arraigada y son numerosos los penitentes que quieren acompañar a su Nazareno en su procesión por las calles de Madrid. Este año la espera de innumerables fieles ha resultado infructuosa. El agua y la lluvia han impedido un año más que el Santísimo y milagroso Cristo de Medinaceli haya podido procesionar. 
Yo, como preveía que mi intención de asistir a la procesión iba a ser imposible, he celebrado la Semana Santa con una sola visita, el día de Jueves Santo, a la Iglesia del convento de las Mercedarias Descalzas situada en la calle Luis de Góngora de Madrid. 
Esta visita era obligada tras la ausencia de tantos años. Y era obligada especialmente porque mi esposa, desde muy niña, perteneció a la cofradía de Jesús el Nazareno y el Santísimo Cristo Yacente. Para ella, el cúmulo de recuerdos que le vinieron a su memoria fue sumamente gratificante, según me comentó después. Las semanas santas de su niñez, pubertad y juventud las pasó con ese fervor que le producían las procesiones de las imágenes por las calles del barrio de Chueca cercanas a la iglesia de las Mercedarias y la procesión del Silencio, si cabe más gratificante aún y mucho más ferviente, por el silencio que hacía que los fieles se centrasen más en esa narración viviente de los momentos de la Pasión que en el folklore que, ineludiblemente, suele acompañar a estas manifestaciones religiosas. 
Asistimos a los oficios de Jueves Santo y pudimos participar en la liturgia del lavatorio de los pies que, en esta iglesia, fue sustituído por un lavatorio de las manos de cuantos fieles quisieron participar en el mismo. Ese lavatorio, en palabras del oficiante, era una plegaria para que el dolor, las injusticias, las guerras y la falta de amor y caridad desaparecieran o al menos pudieran quedar mitigadas.
El año anterior, en mi blog, comenté las ceremonias de los días de Jueves  Santo, Viernes Santo y los otros días santos de la semana. Este año, también influenciado por la inclemencia del tiempo sólo me ha apetecido transmitiros esta pequeña y sencilla reseña.