lunes, 5 de marzo de 2012

La Reina Esther y el profeta "Danieliño"


Hoy día 5 de Marzo de 2012, la mañana ha sido fresca pero con un sol radiante.




Y también hoy, como otras muchas noches, he tomado queso de postre en la cena. Un buen queso con miel y con membrillo es la tentación más placentera que un ser humano puede experimentar. No lo dudéis. Caed en la tentación y pecad. Os lo repito, pecad con el queso de tetilla al menos una noche por semana.O más. Atrás pueden quedar los placeres de la carne, los de la carne y los de las verduras y los del marisco.No tienen ni punto de comparación. ¡El queso!. Y es que el queso de esta noche me ha producido un histórico (o legendario) placer especial. 


Sabéis lo rica que es España en quesos. Quesos del Pirineo, quesos leoneses y zamoranos, quesos de La Mancha, quesos extremeños, quesos canarios. Quesos de vaca, de cabra, de oveja. Quesos tiernos, semicurados, curados, viejos.  Pero como el legendario queso de esta noche, ninguno.
Resulta que, hace un par días fuimos mi esposa y yo a comprar las viandas que íbamos a necesitar para esta segunda semana de Marzo. Pedimos número en la pescadería, concurrida al máximo por lo que nos tocó esperar. Y en vez de quedarnos pendientes de cómo los pescaderos limpiaban y preparaban las caballas, doradas, chicharros, merluzas que los clientes que estaban con turnos anteriores al nuestro les iban pidiendo, fuimos con el carrito de la compra recorriendo los diferentes pasillos en los que nos íbamos proveyendo de verduras, hortalizas, frutas, productos de panadería, de charcutería, de carnecería... y llegamos al pasillo de los quesos. 

Yo estaba observando los quesos de La Mancha, perfectamente catalogados y colocados en las estanterías por su grado de curación, cuando me llamó la atención una señora que llamaba por señas y entre chistidos al hombre que la acompañaba, acercándose hacia él con dos quesos de tetilla colocados y sujetos a la altura de sus senos. Sin disimular su entusiasmo ( ¿esperaba algo más que una compra? ), le susurró al oído, no tan bajito como para que yo no lo oyera, "¿cuál de las dos prefieres?" y no dejaba de mover los dos quesos de tetilla alternativamente hacia arriba y hacia abajo. El acompañante la miró y, siguiéndole la chanza, la espetó con ese gracejo del que presumen los chelis del foro. "pues,¿cuál va a ser, mujer?.¡Las cuatro!" y yo le miré de reojo sonriéndome. No pude venirme a casa sin un queso de tetilla. 






















Y me vino a la memoria, en ese momento y esta noche, cuando lo estaba tomando como postre, la leyenda de Danieliño y la reina Esther que cuentan a los visitantes los cicerones de la catedral de Santiago:
 El Maestro Mateo, autor del pórtico, esculpió la figura de la reina Esther (¿o tal vez  la reina de Saba?) con un prominente busto que debía ser la causa por la que el profeta Daniel (Danieliño para los gallegos), esculpido frente a ella, la miraba con una sonrisa picarona. Y no debió de ser solamente Danieliño quien la miraba así, porque, por orden del arzobispo,  el  Maestro Mateo tuvo que cercenar los pechos de la reina para que resultase su figura más decorosa y menos escandalosa para los visitantes. Lo que no pudo remediar el arzobispo es que al profeta Daniel le perdurara por los siglos de los siglos esa sonrisa pícara, ni que el pueblo gallego, como crítica a la actitud tan sumamente estricta del prelado, le colocara todas las mañanas, a las puertas del palacio arzobispal, un par de hermosos quesos con forma de teta.


Frase del día:
"La sapiencia del pueblo es superior a cuantos conocimientos sean capaces de enseñar todas las universidades del mundo"

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