martes, 13 de marzo de 2012

La rosa de pasión

Hoy día 13  de Marzo, martes y trece,continúa el tiempo implacablemente en su acercamiento a la primavera. Hace poco, en una entrada del Blog dedicada a los refranes hablaba del que se ha venido cumpliendo a lo largo de muchos años. No sé si continuará acreditando la veracidad del refranero. Si es así, espero que se cumpla éste: "Cuando Marzo mayea, Mayo marcea". Esperemos que no espere tanto y que la segunda quincena de Marzo y l a primera de Abril se nos acerquen las lluvias que tanto estamos necesitando. 


Viendo la serie "Toledo" que emite todos los martes Antena 3, me ha llamado la atención el razonamiento que Fátima le comenta a Martín, pareja de enamorados árabe y cristiano, y en el que le expone las razones por las que piensa que su amor no va a poder continuar todo el tiempo que ellos quisieran, 


Y me ha venido a la memoria que, cuando era muy joven, leí una de las leyendas más bonitas, a pesar de su gran carga antisemita, de las que escribió Gustavo Adolfo Bécquer :"La rosa de Pasión". En ella se cuenta la historia de Sara, una hermosa hebrea, que era la mayor ilusión de su padre, Daniel. Se trataba de un orfebre que arreglaba, a las puertas de su pequeño taller, toda clase de cadenas, cintos, hebillas y demás objetos de orfebrería y  complementos de cuero y de hierro. Todos los que pasaban por delante de su taller le observaban y él les devolvía el saludo, si existía, con una sonrisa cuya intención no podía descifrarse a ciencia cierta. 
Como sucede en la mayoría de los casos en que la maledicencia y la envidia, vicios que aún no han desaparecido y que son tan viejos como la misma humanidad, quiere conseguir cumplir aviesos objetivos, algunos correligionarios le comunicaron que su hija se estaba viendo con un cristiano. 
Daniel, al principio, no pareció darle importancia o así quiso que los demás vecinos pensasen sobre su actitud. El hecho es que estuvo tramando, durante bastantes días, la venganza que limpiase el honor de su familia.
Quiero que conozcáis por la misma narración del autor de la leyenda cómo fué el desenlace de esta historia:


III
.......
 Pero ya no le cabía duda alguna; allí, delante de sus ojos, estaban aquellos horribles instrumentos de martirio, y los feroces verdugos sólo aguardaban la víctima.
     Sara, llena de una santa indignación, rebosando en generosa ira y animada de esa fe inquebrantable en el verdadero Dios que su amante le había revelado, no pudo contenerse a la vista de aquel espectáculo, y rompiendo por entre la maleza que la ocultaba, presentose de improviso en el dintel del templo.
     Al verla aparecer, los judíos arrojaron un grito de sorpresa; y Daniel, dando un paso hacia su hija en ademán amenazante, le preguntó con voz ronca: -¿Qué buscas aquí, desdichada?
     -Vengo a arrojar sobre vuestras frentes -dijo Sara con voz firme y resuelta- todo el baldón de vuestra infame obra, y vengo a deciros que en vano esperáis la víctima para el sacrificio, si ya no es que intentáis cebar en mí vuestra sed de sangre; porque el cristiano a quien aguardáis no vendrá, porque yo le he prevenido de vuestras asechanzas.
     -¡Sara! -exclamó el judío rugiendo de cólera-, Sara, eso no es verdad; tú no puedes habernos hecho traición hasta el punto de revelar nuestros misteriosos ritos; y si es verdad que los has revelado, tú no eres mi hija...
     -No; ya no lo soy: he encontrado otro padre, un padre todo amor para los suyos, un padre a quien vosotros enclavasteis en una afrentosa cruz, y que murió en ella por redimirnos, abriéndonos para una eternidad las puertas del cielo. No; ya no soy vuestra hija, porque soy cristiana y me avergüenzo de mi origen.
     Al oír estas palabras, pronunciadas con esa enérgica entereza que sólo pone el cielo en boca de los mártires, Daniel, ciego de furor, se arrojó sobre la hermosa hebrea, y derribándola en tierra y asiéndola por los cabellos, la arrastró como poseído de un espíritu infernal hasta el pie de la Cruz, que parecía abrir sus descarnados brazos para recibirla, exclamando al dirigirse a los que les rodeaban:
     -Ahí os la entrego; haced vosotros justicia de esa infame, que ha vendido su honra, su religión y a sus hermanos.


IV
     Al día siguiente, cuando las campanas de la catedral atronaban los aires tocando a gloria, y los honrados vecinos de Toledo se entretenían en tirar ballestazos a los judas de paja, ni más ni menos que como todavía lo hacen en algunas de nuestras poblaciones, Daniel abrió la puerta de su tenducho, como tenía de costumbre, y con su eterna sonrisa en los labios comenzó a saludar a los que pasaban, sin dejar por eso de golpear en el yunque con su martillito de hierro; pero las celosías del morisco ajimez de Sara no volvieron a abrirse, ni nadie vio más a la hermosa hebrea recostada en su alféizar de azulejos de colores.
     Cuentan que algunos años después un pastor trajo al arzobispo una flor hasta entonces nunca vista, en la cual se veían figurados todos los atributos del martirio del Salvador; flor extraña y misteriosa que había crecido y enredado sus tallos por entre los ruinosos muros de la derruida iglesia.


     Cavando en aquel lugar y tratando de inquirir el origen de aquella maravilla, añaden que se hallo el esqueleto de una mujer, y enterrados con ella otros tantos atributos divinos como la flor tenía.
     El cadáver, aunque nunca se pudo averiguar de quién era, se conservó por largos años con veneración especial en la ermita de San Pedro el Verde, y la flor, que hoy se ha hecho bastante común, se llama Rosa de Pasión.

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