miércoles, 21 de marzo de 2012

¿Mis medallas?

Hoy el tiempo me ha hecho caso y, envidioso de la noche de ayer, ha estado también lloviznando. Es 21 de  Marzo de 2012. Once años y tres meses cumplidos de una personita a la que quiero mucho. Pero ¡mucho, mucho, mucho!. Y cincuenta y seis de otra persona a la que, aunque no lo sepa, sigo queriendo.


La envidia sana es algo que deberíamos practicar todos los humanos. Hoy he sentido esa envidia que es capaz de sentirse satisfecho a quien se cree un hombre de ley.

Medallas de honor,aplicación y mérito
  

Ha colgado una alumna mía (Rosa Calvín Navarro) la fotografía de unas medallas que se concedían a final de curso en el colegio  San Vicente de Paúl de Madrid, cuando se quería premiar el honor, la aplicación y el mérito de un estudiante. Nos sentíamos muy satisfechos quienes las concedíamos y sentíamos que eran justos esos premios que, merecidamente, se otorgaban. Esa es  mi impresión. 

A veces me gustaría pensar que me debería sentir algo defraudado porque a mí no me concedieron ninguna a pesar de que podría haberse medido la puntuación de años impartiendo enseñanza y viendo pasar generaciones por mis aulas. No me importa. Las medallas me las he puesto yo. 

Me he puesto una medalla cuando he visto que un alumno, que prometía muy poco, era capaz de entregarse por completo a sus obligaciones sin que siquiera pensase en un posible premio. Me he puesto otra medalla cuando he visto que uno de vosotros le ha ayudado a otro que iba atrasado en sus logros escolares. 

Me he puesto otra medalla cuando me he conmovido al sentir, en mi propio interior, el dolor de unos padres que perdieron a un hijo durante unas vacaciones de navidad y que soportaron con esa fe de la que pocos podemos presumir un dolor tan grande como el de perder a su segundo hijo de once años. 

Me he puesto una medalla cada vez que he pensado que había cumplido con mi obligación de docente y que había dado a todos mis alumnos el grado de participación en mis conocimientos que no era mérito alguno mío sino una obligación que gustosamente cumplía. Me he puesto una medalla cuando he sentido el orgullo de veros encumbrados en vuestros puestos de trabajo. 

Me he puesto una medalla cuando un alumno de cuarenta y tantos años, con sus problemas de espalda y sus carencias afectivas, me ha comentado que le había librado de una asistencia al psicólogo porque le había escuchado durante apenas cinco minutos. Me he puesto una medalla cuando alguno de vosotros me ha reconocido por la calle y no se ha cambiado de acera. 

Me he puesto una medalla siempre que pienso que cuanto yo os he podido dar y transmitir ha sido lo que, en ese momento, era todo mi acervo de conocimientos. Y me pondré siempre una medalla de agradecimiento cada vez que sienta que alguno de vosotros me recuerda con cariño. 
Gracias por mis inmerecidas medallas

Frase del día:
" Los galardones que no te conceden en vida son un reconocimiento a tu ineptitud o un testimonio más de la envidia"
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