martes, 24 de noviembre de 2015

La luna


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Anoche, como hoy, he podido ver con sumo placer una luna totalmente redonda con un cielo azul de fondo, más azul marino que azul cielo. La descubrí al volver de la biblioteca a la que me desplazo prácticamente todos los días para aprovechar la conexión wifi de la que dispone.
Desde aquí es desde donde escribo mis entradas porque el ambiente de silencio es el más adecuado para concentrarse sin que apenas distraiga tu atención y concentración ruido alguno.
No llamó mi atención nada especial porque la vuelta a mi casa fue a buen paso dado el frío que se hacía sentir. No obstante algo me hacía presentir que me iba a comunicar algo especial. La luna. Sí, la luna.
Pasé por la puerta principal de la vivienda que está orientada al suroeste y desde ella no se la divisaba. Tampoco se hacia notar el fulgor de su luz porque las farolas de la carretera, cuando están encendidas, como era el caso, consiguen que desaparezca cualquier posibilidad de contemplar este maravilloso cielo estrellado que observo casi todas las noches para localizar las constelaciones que desde este enclave en el que me encuentro puedo divisar. La Osa Mayor con sus siete puntos luminosos que forman el carro y las tres mulas o el cuerpo de la osa y su cola (Alkaid, Alkor Alioth, Megrez, Phecda, Dubhe y Merak), la Osa Menor con sus tres puntos más brillantes (estrellas Polar, Kochab y Pherkad y otros cuatro puntos de menor luminosidad) y las constelaciones de Draco, Leo, Leo Minor etc. Me es posible esta observación desde el patio interior de la vivienda en el que tengo dispuestas unas lámparas solares con las que reconstruyo en tierra esas constelaciones para traerme a este espacio de mi patio toda la magia que, al estar tan distante allá arriba, no puedo alcanzar.
Como suelo hacer todas las noches por pura rutina, cuando terminé de ver mi serie televisiva favorita (Carlos Rey y Emperador), salí a este patio interior para cerciorarme de que las puertas del garaje y de la cancela estaban bien cerradas. Y fue en ese momento cuando me di cuenta de lo que me quería decir. Allí arriba estaba ella luminosa, radiante sin el menor atisbo de cualquier halo que pudiera enturbiar su pura belleza. Lo llenaba todo con esa luz potente que pocas noches se puede apreciar. Una luz tan potente que consiguió que todas las lámparas solares que tengo en el patio dejaran de lucir. Como si no quisiera que pudiera disfrutar mientras ella estuviera reinando en la noche de la belleza de las constelaciones del éter ni de las que yo me había fabricado sobre el suelo. Y, en ese momento, al darme cuenta de su poder, recordé aquella estrofa de la poetisa griega Safo:

Las estrellas
alrededor de la hermosa luna
de nuevo esconden su brillante forma
cuando
estando completamente llena
brilla
sobre toda la tierra.

No sólo consiguió que se escondieran esta noche las estrellas del cielo sino que además, de ahí mi admiración y extrañeza, desapareciera la luz de las lámparas y se apagara el cielo que yo me había fabricado y mi deseo de jugar a ser un dios.

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