jueves, 12 de noviembre de 2015

El riego


Jardinero profesiones imagenes
Es toda una liturgia.
Las plantas me gritan que sus raíces están dispuestas a recoger todos los alimentos que el suelo al que se aferran les brinda. Que sus tallos están prestos a transportar esa sangre rica en nutrientes hasta la hoja y la flor más diminuta.
Que el verde macilento volverá a reverdecer con todo su brillo y todos sus matices.
Que los frutos que están agazapados deseando henchirse de suculentos sabores no pueden esperar más.
Que desean la lluvia pero ésta no llega.
Que quieren volver a ver al jardinero con su regadera en la mano para sentir de nuevo su ducha vivificante.
Que volverá nuevamente a hacerles más agradable su existencia.
Y el jardinero llega.
Aquel que, a veces, les hace estremecerse de pavor porque de él depende que se sientan amenazadas por una nunca deseada mutilación o por su total exterminio.
No tienen nada que temer.
El ritual comienza.
Siguiendo siempre el mismo orden inicia el riego. Abundante y refrescante para los helechos; preciso y nunca demasiado copioso para los geranios e hibiscos; escaso y muy espaciado en el tiempo para los cactus, los lirios y las aloe vera. prolongado para la acacia de Constantinopla y para los madroños; exiguo, pero suficiente, para el granado enano. Y, como colofón, el abundante y refrescante abanico de chorros de agua de la manguera para las yedras, las madreselvas y pasionarias de los tapiales del jardín.
Cuando el ritual finaliza, todo vuelve a sentirse sosegado y tranquilo y comienzan a exhalar sus perfumes y aromas el romero, el tomillo y la dama de noche.
Su agradecimiento por la frescura que les proporciona el riego es manifiesto.

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