miércoles, 23 de diciembre de 2015

Villancicos(3)


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Si en la infancia de todos mis coetáneos existía una fecha que era el principal indicativo de que comprenderíamos el verdadero significado de la palabra ilusión era, al final de las fiestas navideñas, la festividad de los Reyes Magos. Quienes vivían en Madrid allá por los años cincuenta, sobre todo si su vivienda se encontraba en ese círculo cercano a la Gran Vía, podían disfrutar de la representación de la llegada de los Reyes Magos hasta la cueva de Belén. Me refiero a la Cabalgata de los Reyes que desde entonces hasta los momentos actuales sigue siendo la fiesta de la gran ilusión de pequeños y mayores no sólo de los que viven en Madrid capital sino también de muchos de los pueblos de la comunidad que realizan sus propias cabalgatas locales para que se disfrute de la fiesta sin necesidad de tener que desplazarse al centro con todos los inconvenientes que este desplazamiento supone. Yo me vi privado de estas celebraciones porque hasta la edad de los diez años viví en un extrarradio y desde esta zona ni los medios de transporte eran buenos, ni los ánimos en los años cuarenta estaban muy a favor de las celebraciones ni el poder adquisitivo de las familias permitía el gasto de esos desplazamientos. Y durante mi pubertad e inicios de mi juventud las obligaciones de mis estudios me desplazaron hasta la provincia de Toledo. Pasados los años y desplazado hasta África para servir a España en el ejército, obligadamente pasé ese año mis fiestas navideñas en Sidi Ifni y fue allí donde viví mi primer cabalgata de Reyes. Una cabalgata en la que el rey negro Baltasar era un legionario negro de verdad, Melchor y Gaspar estaban representados por soldados peninsulares, los camellos eran verdaderos camellos y la mula y el buey del portal calentaban con su aliento a ese Jesús que había nacido en una jaima del desierto. Posiblemente fue en ese escenario donde pude escuchar con atención hace cincuenta años, cantado por un grupo de voces blancas formado por niñas y niños de diferentes etnias, el villancico que, a continuación, reproduzco.

Tres Reyes de plata y oro
se dirigen al portal.
Tres Reyes de plata y oro
se dirigen al portal.
Caminos blancos del alba
y bellas nubes de paz
hacia Belén van tres Reyes
Melchor, Gaspar, Baltasar.

Clas, carrasclás, carrasclás,
clas carrasclás, carrasclás,
clas clarrasclás, carrasclás
que noche tan clara
que clara que está
la estrella guía a los Reyes
Melchor, Gaspar, Baltasar.

La noche no tiene entrañas
se ha roto la oscuridad
y en el camino del alba
un sol no brillara más
la estrella guía a los Reyes
Melchor, Gaspar, Baltasar.

Clas, carrasclás, carrasclás,
clas, carrasclás, carrasclás,
clas, clarrasclás, carrasclás
que noche tan clara
que clara que está
por los caminos del alba
Melchor, Gaspar, Baltasar.

En aquella noche en que la cabalgata se desplazaba desde las afueras de la ciudad junto a las cábilas situadas a las faldas del monte El-Burrán, hasta la plaza de España bajo las luces tenues de las carrozas y la cálida luz de esa luna llena africana brillando en todo lo alto, las voces de los niños, débiles y quebradizas, consiguieron emocionarme.
Así lo recuerdo y así os lo he contado.

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