Si
en la infancia de todos mis coetáneos existía una fecha que era el
principal indicativo de que comprenderíamos el verdadero significado
de la palabra ilusión era, al final de las fiestas navideñas, la
festividad de los Reyes Magos. Quienes vivían en Madrid allá por
los años cincuenta, sobre todo si su vivienda se encontraba en ese
círculo cercano a la Gran Vía, podían disfrutar de la
representación de la llegada de los Reyes Magos hasta la cueva de
Belén. Me refiero a la Cabalgata de los Reyes que desde entonces
hasta los momentos actuales sigue siendo la fiesta de la gran ilusión
de pequeños y mayores no sólo de los que viven en Madrid capital
sino también de muchos de los pueblos de la comunidad que realizan
sus propias cabalgatas locales para que se disfrute de la fiesta sin
necesidad de tener que desplazarse al centro con todos los
inconvenientes que este desplazamiento supone. Yo me vi privado de
estas celebraciones porque hasta la edad de los diez años viví en
un extrarradio y desde esta zona ni los medios de transporte eran
buenos, ni los ánimos en los años cuarenta estaban muy a favor de
las celebraciones ni el poder adquisitivo de las familias permitía
el gasto de esos desplazamientos. Y durante mi pubertad e inicios de
mi juventud las obligaciones de mis estudios me desplazaron hasta la
provincia de Toledo. Pasados los años y desplazado hasta África
para servir a España en el ejército, obligadamente pasé ese año
mis fiestas navideñas en Sidi Ifni y fue allí donde viví mi primer
cabalgata de Reyes. Una cabalgata en la que el rey negro Baltasar era
un legionario negro de verdad, Melchor y Gaspar estaban representados
por soldados peninsulares, los camellos eran verdaderos camellos y la
mula y el buey del portal calentaban con su aliento a ese Jesús que
había nacido en una jaima del desierto. Posiblemente fue en ese
escenario donde pude escuchar con atención hace cincuenta años,
cantado por un grupo de voces blancas formado por niñas y niños de
diferentes etnias, el villancico que, a continuación, reproduzco.
Tres
Reyes de plata y oro
se
dirigen al portal.
Tres
Reyes de plata y oro
se
dirigen al portal.
Caminos
blancos del alba
y
bellas nubes de paz
hacia
Belén van tres Reyes
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
Clas,
carrasclás, carrasclás,
clas
carrasclás, carrasclás,
clas
clarrasclás, carrasclás
que
noche tan clara
que
clara que está
la
estrella guía a los Reyes
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
La
noche no tiene entrañas
se
ha roto la oscuridad
y en
el camino del alba
un
sol no brillara más
la
estrella guía a los Reyes
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
Clas,
carrasclás, carrasclás,
clas,
carrasclás, carrasclás,
clas,
clarrasclás, carrasclás
que
noche tan clara
que
clara que está
por
los caminos del alba
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
En
aquella noche en que la cabalgata se desplazaba desde las afueras de
la ciudad junto a las cábilas situadas a las faldas del monte
El-Burrán, hasta la plaza de España bajo las luces tenues de las
carrozas y la cálida luz de esa luna llena africana brillando en
todo lo alto, las voces de los niños, débiles y quebradizas,
consiguieron emocionarme.
Así
lo recuerdo y así os lo he contado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario