La honestidad es una calidad humana que consiste en comprometerse y expresarse con coherencia y autenticidad (decir la verdad), de acuerdo con los valores de verdad y justicia. Se trata de vivir de acuerdo a como se piensa y se siente. En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros sentidos, la honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo.
Dado que las intenciones se relacionan estrechamente con la justicia y se relacionan con los conceptos de "honestidad" y "deshonestidad", existe una confusión muy extendida acerca del verdadero sentido del término. Así, no siempre somos conscientes del grado de honestidad o deshonestidad de nuestros actos. El autoengaño hace que perdamos la perspectiva con respecto a la honestidad de los propios actos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar nuestra decisión.
Es honesto quien respeta las opiniones propias y su comportamiento se ajusta a esas convicciones.
La honestidad no tiene dobleces.
La honestidad camina por caminos rectos sin buscar, en modo alguno, cualquier recoveco que pueda ser interesante, aunque deshonesto, para conseguir los fines propios.
La honestidad respeta a los demás y no permite que nuestra opinión les pueda perjudicar. La honestidad no puede ajustarse nunca a la máxima del "perro del hortelano". La honestidad o come la berza o la deja comer. Nunca la honestidad debería atreverse a morder la mano de quien le dio de comer. Los perros no son deshonestos.
La honestidad es narrar a cuantos se interesen por nuestras opiniones los hechos como se ajusten a la realidad. Pero si la realidad, en cualquier momento, puede ofender a algún lector, es preciso que esa verdad se omita.
No deben tergiversarse los hechos. Nunca.
Lo honesto no está reñido con lo oportuno ni lo oportuno debe estar nunca en contradicción con lo que se considera honesto. Si, en algún momento, eres consciente de una publicación que manipula la información, debes denunciar su deshonestidad. Si la política es deshonesta debemos denunciar su actuación.
Si las entidades de cualquier credo son deshonestas, debemos intentar hacer que quienes practican esos credos se retracten de sus opiniones e intenten convencer a sus componentes de la necesidad de abandonarlos. Si los particulares, los responsables de cualquier entidad política o religiosa, los dirigentes sociales y laborales y los altos estamentos no llegan a alcanzar el grado de honestidad que nuestra actual sociedad nos exige, deberían desmarcarse de su actual status y de su decálogo.
Un decálogo honesto podría ser:
La honestidad es respeto.
La honestidad es justicia,
La honestidad es verdad.
La honestidad es claridad en las exposiciones.
La honestidad propugna el compañerismo y la amistad como pilares propios.
La honestidad no excluye a nadie.
La honestidad es responsabilidad.
La honestidad es el conocimiento compartido.
La honestidad es el fin y no el medio.
La honestidad es el vehículo en el que se debe desplazar el verdadero desarrollo.
No creo en una sociedad que no crea en el desarrollo. Por eso mismo no puedo creer a quienes nos pretenden vender la intriga, las insidias, el engaño, la palabrería vacía, las cortinas de humo, el "panem et circenses" de la prensa y los medios de comunicación actuales, porque no nos permiten desarrollarnos.
Porque "eso", todo eso, no es lo honesto.
Estoy totalmente de acuerdo, y lo voy a compartir. La integridad, la honestidad, la autenticidad son valores imprescindibles para el desarrollo humano. Hoy día reina la mentira, el engaño y el autoengaño, y nuestros próceres mienten con un cinismo increíble.Me recuerda a los versos de Machado: "La envidia de la virtud hizo a Caín criminal. ¡Gloria a Caín hoy el vicio es lo que se envidia más!"
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