jueves, 31 de diciembre de 2015
sábado, 26 de diciembre de 2015
Villancicos(4)
A mí siempre me ha
motivado el tema de la Navidad. Puede ser que esa motivación se
llevara a cabo como un resultado inexcusable y coherente con el
entorno en el que pasé esos años que son cruciales en la formación
de un carácter, de unos gustos, de unas relaciones sociales muy
peculiares y de unas preferencias artísticas muy particulares y
exclusivas. No es que fuera de obligado cumplimiento pertenecer a un
grupo musical que me produjo multitud de satisfacciones. La Schola
Cantorum nos educaba la voz, la sensibilidad, el carácter para
poder someter nuestra personalidad individual a las necesidades del
grupo para la tesitura a la que nuestra voz se debía acoplar. Muchas
fueron las horas de dedicación a los ensayos y renuncias a momentos
de juego en los recreos a las que debíamos renunciar. Pero se
construía algo muy importante. De aquellos años existen, después
de varias décadas, excelentes amigos a los que nunca podré olvidar.
Una de las
representaciones que preparábamos con mucha dedicación y cariño
era el concierto de Navidad. En el repertorio se combinaban
villancicos tradicionales como “Campana sobre campana”, “Adeste
fideles”, “Los peces en el río” y un largo etcétera muy
diverso y enriquecedor. Pero el Villancico que a mí me enamoró y
que supuso para toda la Schola un verdadero esfuerzo fue el
villancico de Lope de Vega que os reproduzco a continuación
La niña a quien dijo el
ángel
que estaba de gracia llena
cuando de ser de Dios
madre
le cupo tan altas nuevas,
ya le mira en un pesebre
llorando lágrimas tiernas
que obligándose a ser
hombre
también se obliga a sus
penas.
¿Qué tenéis dulce
Jesús?
Le dice la niña bella
¿Tan pronto sentís mis
ojos
el dolor de la pobreza?
Yo no tengo otros palacios
en que recibiros pueda
sino mis brazos y pechos
que os regalan y
sustentan.
No puedo más, amor mío,
porque si yo más pudiera
vos sabéis que vuestros
cielos
envidiaran mi riqueza.
El Niño recién nacido
no mueve la pura lengua
aunque es la sabiduría
de su eterno padre
inmensa.
Mas revelándole el alma
de la Virgen la respuesta
cubrió de sueño en sus
brazos
blandamente sus estrellas.
Ella entonces desatando
la voz regalada y tierna
así tuvo a su armonía
la de los cielos suspensa.
Pues andáis en las palmas
ángeles santos
que se duerme mi niño
tened los ramos
Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto
no le hagáis ruido
corred más paso
que se duerme mi Niño
tened los ramos.
El Niño divino
que está cansado
de llorar en la tierra
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegar quiere un poco
del tierno llanto.
Que se duerme mi Niño
tened los ramos
Rigurosos yelos
le están cercando,
ya veis que no tengo
con qué guardarlo.
Angeles divinos
que vais volando
Que se duerme mi Niño
tened los ramos.
Quien haya tenido la
experiencia de observar a un niño recién dormido entenderá
perfectamente la sensibilidad del poeta cuando escribió este
villancico,
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Villancicos(3)
Si
en la infancia de todos mis coetáneos existía una fecha que era el
principal indicativo de que comprenderíamos el verdadero significado
de la palabra ilusión era, al final de las fiestas navideñas, la
festividad de los Reyes Magos. Quienes vivían en Madrid allá por
los años cincuenta, sobre todo si su vivienda se encontraba en ese
círculo cercano a la Gran Vía, podían disfrutar de la
representación de la llegada de los Reyes Magos hasta la cueva de
Belén. Me refiero a la Cabalgata de los Reyes que desde entonces
hasta los momentos actuales sigue siendo la fiesta de la gran ilusión
de pequeños y mayores no sólo de los que viven en Madrid capital
sino también de muchos de los pueblos de la comunidad que realizan
sus propias cabalgatas locales para que se disfrute de la fiesta sin
necesidad de tener que desplazarse al centro con todos los
inconvenientes que este desplazamiento supone. Yo me vi privado de
estas celebraciones porque hasta la edad de los diez años viví en
un extrarradio y desde esta zona ni los medios de transporte eran
buenos, ni los ánimos en los años cuarenta estaban muy a favor de
las celebraciones ni el poder adquisitivo de las familias permitía
el gasto de esos desplazamientos. Y durante mi pubertad e inicios de
mi juventud las obligaciones de mis estudios me desplazaron hasta la
provincia de Toledo. Pasados los años y desplazado hasta África
para servir a España en el ejército, obligadamente pasé ese año
mis fiestas navideñas en Sidi Ifni y fue allí donde viví mi primer
cabalgata de Reyes. Una cabalgata en la que el rey negro Baltasar era
un legionario negro de verdad, Melchor y Gaspar estaban representados
por soldados peninsulares, los camellos eran verdaderos camellos y la
mula y el buey del portal calentaban con su aliento a ese Jesús que
había nacido en una jaima del desierto. Posiblemente fue en ese
escenario donde pude escuchar con atención hace cincuenta años,
cantado por un grupo de voces blancas formado por niñas y niños de
diferentes etnias, el villancico que, a continuación, reproduzco.
Tres
Reyes de plata y oro
se
dirigen al portal.
Tres
Reyes de plata y oro
se
dirigen al portal.
Caminos
blancos del alba
y
bellas nubes de paz
hacia
Belén van tres Reyes
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
Clas,
carrasclás, carrasclás,
clas
carrasclás, carrasclás,
clas
clarrasclás, carrasclás
que
noche tan clara
que
clara que está
la
estrella guía a los Reyes
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
La
noche no tiene entrañas
se
ha roto la oscuridad
y en
el camino del alba
un
sol no brillara más
la
estrella guía a los Reyes
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
Clas,
carrasclás, carrasclás,
clas,
carrasclás, carrasclás,
clas,
clarrasclás, carrasclás
que
noche tan clara
que
clara que está
por
los caminos del alba
Melchor,
Gaspar, Baltasar.
En
aquella noche en que la cabalgata se desplazaba desde las afueras de
la ciudad junto a las cábilas situadas a las faldas del monte
El-Burrán, hasta la plaza de España bajo las luces tenues de las
carrozas y la cálida luz de esa luna llena africana brillando en
todo lo alto, las voces de los niños, débiles y quebradizas,
consiguieron emocionarme.
Así
lo recuerdo y así os lo he contado.
domingo, 20 de diciembre de 2015
Villancicos(2)
Otro
de los villancicos que llegó a mí de una manera totalmente
fortuita fue el que me propongo transcribiros hoy. Había terminado
de dar una clase y me di cuenta de que me había quedado sin tabaco
(entonces fumaba echando humo como una chimenea) y me vi obligado a
bajar a comprar una cajetilla al bar que estaba estaba junto a la
entrada del portal: el Bar Manolín. Cuando pasé y pedí mi
cajetilla de de tabaco me llamó la atención una melodía que se
estaba reproduciendo por los altavoces del bar. Pregunté al dueño
del bar que estaba detrás de la barra por el autor de la canción.
Durante algunos minutos en los que aproveché para tomarme un vinito
tinto mientras me daba la cajetilla estuvo jugando conmigo para ver
si yo lo adivinaba. Estuve recorriendo en mi memoria melodías de
ese estilo característico de las canciones del sur y no pude asociar
esa canción a ninguno de los grupos que ami me sonaban en ese
momento. Me dí por vencido y entonces Manolín me dijo: ·al autor
lo tienes a tu lado”- Miré a mi derecha y ahí mismo, apoyado en
la barra, pegado a mi lado codo con codo, pude observar a un muchacho
sujetando una mochila de cuero sonriéndome y señalando a la mochila
con su mano. Terció de nuevo Manolín: “Ahí dentro lo tienes. Y
los vende”. Como durante estos años atrás se han vendido por los
bares Cds y DVDs. Me pareció que el autor (poeta y músico)
necesitaba mi dinero, como el de otros muchos, para seguir
recorriendo ciudades españolas para darse a conocer. Le compré uno
de los singles que vendía y le invité a un bocata de calamares
(exquisitos los de Manolín) que acepto con mucho agradecimiento.
Llegué
a casa y para poder escuchar el disco al completo lo puse en el
tocadiscos de mi cadena. Nos gustó a todos muchísimo.
En
este momento no recuerdo ni el nombre de ese tímido músico y poeta
ni quién fue el que se apropió del disco al que yo perdí la pista.
Lo
que no se me olvidó por el impacto que me produjo el tratamiento
poético del tema de los villancicos fue la letra de uno de ellos que
os reproduzco a continuación.
Leedlo
con el ritmo de unas sevillanas o unas alegrías o cualquiera que os
haga disfrutar de tanta belleza.
Lleva
esta noche la luna
collares
de almendras blancos
mantillas
de lluvia clara
sombreros
de tejas altos
mantillas
de lluvia clara
sombreros
de tejas altos.
Cuatro
mimbres
cuatro
saltos
cuatro
acentos de charol
cuatro
bailaores altos
acordes
de junco y raso.
Cuatro
mimbres
cuatro
saltos
cuatro
acentos de charol
cuatro
bailaores altos
acordes
de junco y raso.
Vuelos
de cal en la plaza
cielos
con nubes de trapo
mantillas
de aceite y grasa
que
alumbran cuatro gitanos.
Cuatro mimbres
cuatro
saltos
cuatro
acentos de charol
cuatro
bailaores altos
acordes
de junco y raso.
Mece
la brisa andaluza
al
redoble del ocaso
al
Niño que hoy a las doce
de
lumbre nace gitano.
Al
Niño que hoy a las doce
de
lumbre nace gitano.
Cuatro
mimbres
cuatro
saltos
cuatro
acentos de charol
cuatro
bailaores altos
acordes
de junco y raso.
Cuatro
mimbres
cuatro
saltos
cuatro
acentos de charol
cuatro
bailaores altos
acordes
de junco y raso.
viernes, 18 de diciembre de 2015
Villancicos(1)
La literatura popular nos
ha ofrecido algunos minigéneros que no pueden ser considerados como
hermanos menores. Me estoy refiriendo, entre otros, a los romances,
las fábulas, los villancicos etc. Eso no es óbice para reconocer el
gran mérito de cuantos autores han cultivado este género, algunos
tan célebres como Federico García Lorca con sus romances como una
parte de su producción literaria, o, entre su extensa producción
como dramaturgo, los villancicos del inmortal Lope de Vega, o las
fábulas de Esopo, LaFontaine, Samaniego y un largo etc.
En estas fechas en las
que se avecinan las fiestas navideñas creo que hacer una selección
de villancicos puede resultar interesante para quienes me siguen este
blog de ALGO MIO. Quiero que la selección aporte alguna novedad a
mis seguidores de España, Rusia, Estados Unidos, Argentina, Chile y
un largo etcétera de países europeos, hisoanoamericanos, africanos
y asiáticos. Aunque siempre estoy en la duda de que quienes me
siguen desde países tan dispares pudieran ser antiguos alumnos míos
que me han resultado ser muy viajeros.
Bueno.
Este villancico
desconocido por la mayoría de cuantos me rodean, incluídos mis
propios familiares, lo escuché hace varios lustros y, desde ese
momento, me subyugó su estribillo.
No sé quien es su autor.
Si alguien le conoce le estaré muy agradecido cuando me lo
comunique.
Póngale mis lectores el
título que consideren es el más adecuado.
Despertando va la noche,
el pandero y mi canción
porque hoy brillará una
estrella
para cada corazón.
Estrella de mis mores
que me traes la alegría
de la vieja Navidad,
Dios ha llegado contigo,
Dios ha llegado contigo
en cunas de mazapán.
Pan, pan, pan, pan,
con panderetas;
pan, pan, pan,pan
con castañuelas;
Pan, pan, pan,
con ilusión
que en esta noche
ha nacido Dios.
Que en esta noche
ha nacido Dios.
Espero os haya gustado
como a mí me gustó.
miércoles, 16 de diciembre de 2015
Pitágoras
Durante bastantes años,
por mi profesión, expliqué a mis alumnos matemáticas. Lo correcto
en esta disciplina siempre ha sido lo exacto y lo que no es exacto o
se aproxima a la exactitud no puede ser correcto. Pitágoras nos
enseñó con sus estudios sobre las relaciones de los lados de un
triángulo rectángulo que existe esa exactitud y que el incremento o
disminución de uno de sus lados supone inexorablemente la
modificación de los otros que conforman su estructura para que el
teorema se cumpla. Siempre pensé, y así se lo hice saber a los que
en mis clases me escuchaban, que ese tan manido teorema de los
catetos y la hipotenusa se podía traslocar a otras estructuras que
no fueran exclusivamente las geométricas. Por ejemplo a estructuras
sociales o políticas. Pues no. En algunos entornos sociales si que
he detectado cantidad de hipotenusas elevadas al cuadrado, al cubo y
a la enésima potencia. Y el ser o dejar de ser hipotenusa o
hipotenuso no depende de uno mismo sino que resulta necesario
mimetizarse con esa inexorable recta dependiente cuando formas parte
de agrupamientos geométricamente diseñados que no nos permiten
escapar. Porque eso es lo que le sucede a la hipotenusa. Su tamaño y
su poder depende de los pesados catetos cuya dimensión le es
determinante. Además estos catetos son incompletos por sí mismos.
Para que influyan en nuestra modificación cuando nos ponemos
cuadrados o nos cuadramos en nuestras posturas porque afectarán a
nuestras decisiones ellos necesitan supervalorarse elevándose al
cuadrado y sumándose ambos. Agrupándose, asociándose y siendo
potenciados por los demás adquieren su poder y su pujanza. Y catetos
relacionados, potenciados y asociados forman una verdadera pléyade.
En estratos sociales muy diversos como los de quienes manipulan la
economía, el deporte, la moral y la política. El gran peligro que
corren es el ciclo al que les somete y nos somete a todos el ciclo de
la historia. Llegará el momento en que su disminución será tal que
no podrán llegar nunca a volver a dimensionarse por ellos mismos y
serán indefectiblemente absorbidos por cuantas hipotenusas están ya
cansadas de su eterna dependencia.
martes, 15 de diciembre de 2015
Belén
Desde que San Francisco
de Asís celebrara en el año 1223 aquella misa de Nochebuena en el
interior de una cueva de la ciudad italiana de Greccio, rodeado de
animales, utilizando el pesebre como altar y adoctrinando con su
sermón sencillo sobre el misterio del humilde nacimiento de Jesús
a cuantos asistieron a la ceremonia, comenzó a establecerse la
costumbre de representar por estas fechas el nacimiento en el
interior de las iglesias, siendo los franciscanos los que extendieron
por medio de los conventos de su orden esta costumbre por toda
Italia. A través del siglo XIV y siglos posteriore estos monjes
utilizaron su representación del nacimiento como base para la
predicación del misterio del nacimiento a los fieles.
La representación
plástica del nacimiento se realizó en las primeras comunidades
cristianas como atestiguan los pesebres encontrados en las Catacumbas
con la mula y el buey como los animales que calentaban al niño en el
interior de la cueva. Esta costumbre se afianzaba en la sociedad
romana que por tradición guardaban en sus casas representaciones con
estatuillas de los dioses lares romanos. Los dioses lares podían ser
perfectamente sustituídos por la simbología cristiana.
Los monjes extendieron
esta costumbre por toda Italia y el resto de Europa y también llegó
a España.
Cuando realmente se
popularizó en España primero entre los nobles y después a nivel
popular fué con la llegada de Carlos III (rey de Nápoles con el
nombre de Carlos VII) que trajo esos belenes napolitanos de figuras y
esculturas bellísimas.
En el momento actual los
belenes no tienen esa pujanza de años anteriores porque en cierta
manera han perdido parte de su finalidad que era mostrar a nuestra
sociedad la historia del nacimiento de Cristo. Además el
mercantilismo y el comercio global en que estamos inmersos han
conseguido que predominen símbolos navideños de otras culturas
sajonas trasladando incluso la fecha y el motivo de la celebración y
haciendo de otros personajes míticos como Papá Noel o Santa Claus
el foco de atención de mayores y pequeños.
La plasticidad de los
belenes y su labor didáctica ha sido sustituída por los calcetines
colgados en los abetos hogareños adornados de los colores del
espumillón y las bolas de plástico como el marco idóneo para que
el gran duende barrigudo (verde o rojo) deposite en ese lugar sus
regalos.
A este paso...
¿desaparecerán los Reyes Magos?. No me extrañaría porque en estos
tiempos las costumbres y los gustos ¡adelantan que es una
barbaridad!.
jueves, 10 de diciembre de 2015
Pactos
Los humanos somos
bastante elementales. Yo diría que demasiado elementales. Si nos
comparamos con otras especies a las que consideramos menos
inteligentes notoriamente estamos en desventaja.
En el aspecto sensorial
no disponemos de sentidos tan agudos como puede ser la vista de un
azor o de un águila, el oído de un gato o el olfato de un perro.
Estos sentidos los tenemos menos desarrollados. Puede ser que, al
disponer de otro tipo de inteligencia, la agudeza de los sentidos más
elementales se nos han atrofiado o no se han desarrollado del mismo
modo que en animales depredadores como los felinos o los cánidos
porque de esa agudeza depende su alimentación y supervivencia.
La asociación
establecida entre los diferentes componentes de una manada de lobos
está orientada, principalmente, a la conservación de sus
componentes, el cuidado de sus cachorros y el reparto de las
diferentes tareas en el momento de la caza para cada uno de los
componentes del grupo. El grupo permanece unido mientras que se le
presente el mismo conjunto de necesidades comunes. La disolución de
la manada se origina cuando el lobo alfa desaparece o se produce un
peligro que resulta insalvable para el grupo como tal.
Los leones se agrupan por
motivos similares y la jerarquía se establece entre el macho
dominante, las hembras de la manada y el cuidado de los cachorros
salvaguardados de los machos por el grupo de las hembras hasta que
llega el momento de la disputa del liderazgo en el que el macho
perdedor se ve obligado a abandonar la manada. Cada cual tiene,
mientras dura la asociación, una ob ligación dentro del grupo que
redunda en beneficio de todos. Las hembras acosan y cazan a la presa
y el macho defiende al grupo marcando su autoridad sobre el grupo y
sobre el territorio en el conviven.
Las aves establecen su
pacto de relación entre las parejas cuando llega la época del celo
y hasta que termina la incubación de los huevos de las nuevas crías
y hasta que llega el momento en que esas crías se independizan.
Se establece entre el
conjunto de las aves migratorias el agrupamiento para permanecer en
una zona hasta que llega el momento de iniciar la emigración hacia
otro lugar, siendo ese momento en el que se determina de manera
insoslayable la labor del jefe de la bandada que se encarga de
dirigir y hacerse cargo del traslado del grupo.
Y así sucede en el mundo
de los primates entre los que se consiguen verdaderos vínculos muy
duraderos entre los componentes de cada uno de los miembros de una
familia respetando el orden según las normas tácitamente
establecidas por el grupo de elementos más antiguos de cada familia.
Tienen regulados hasta sus instintos más básicos defendiendo cada
miembro su sitio y salvaguardándolo de quienes quieran inmiscuirse
en las relaciones de la pareja.
La naturaleza nos da
ejemplos suficientes del modo en que instintivamente se respetan los
pactos sociales establecidos.
Sus pactos se basan en
una estructura sumamente sencilla sin ningún tipo aparente de
complejidad y de una fortaleza en sus vínculos dificilmente
modificable.
Sin embargo nosotros, los
humanos, somos bastante diferentes. En nuestras relaciones sociales
hemos establecido unas redes demasiado complejas y demasiado
frágiles. Puede ser que la propia complejidad las haya hecho
quebradizas. Grupos como las familias que eran hasta hace pocas
décadas de una cohesión y unidad inquebrantables, en el momento
actual se rompen fácilmente por lo quebradizo de los lazos que unen
a sus componentes o, si no se rompen, se debilitan con suma
facilidad. Los hijos a los que les es o les ha sido posible en años
anteriores, se separan de la familia lo antes que pueden por ese
afán, por otra parte justificable, de independizarse. La práctica
de esa independencia obliga a las parejas a establecer un conjunto de
pactos en sus relaciones tanto económicas como amorosas e íntimas.
Y esos pactos se establecen sin que exista ninguna clausula en la que
se especifique la duración del mismo. En el matrimonio a la antigua
usanza se establecía esa condición de cumplimiento del pacto. Al
sacralizar el pacto, la iglesia consideró que la indisolubilidad era
una condición indispensable para establecer el estado matrimonial.
Claro que esta condición podían saltársela a la torera aquellos
que justificasen que su pacto no había sido válido al no haberse
consumado el vínculo o por cualquier otra razón o triquiñuela que
un abogado bien pagado pudiera esgrimir como verdadera y coherente
ante el Tribunal de La Rota. No entro ni siquiera a sugerir la
conveniencia o los inconvenientes que ha producido o puede producir
el cumplimiento de la norma. Y como siempre se tiende a elegir del
mal el menor, resulta bastante razonable que las parejas actuales
pasen por alto esa norma.
La indisolubilidad supone un esfuerzo
diario de comprensión y compromiso que resulta difícil cumplir
cuando cada uno de los componentes de la pareja tiene unas miras
laborales o vocacionales y estas miras para realizarlas obligan a
someterse a unas reglas y normas que no suelen haber sido diseñadas
para ejecutarlas en un estado de pareja con obligaciones ajenas al
entorno laboral. Priva lo particular sobre los motivos comunes y es
razonable que el pacto y el vínculo sea quebradizo y se rompa cuando
lo particular puede verse amenazado.
Es muy posible que este
hecho suceda con frecuencia en el mundo de las relaciones de pareja
por el mismo motivo por el que resultan siempre más llevaderos los
propios intereses y defectos que los de quienes comparten con
nosotros un modo de vida que, al principio de la relación, fue común
porque comunes eran también las miras de ambos y las ilusiones y
proyectos que parecía iban a ser el motivo más importante de la
convivencia.
La libertad de elección
es la que a los humanos, con nuestro libre albedrío y libertad de
decisión, nos dirige socialmente. Nos hace, es de suponer, más
coherentes y nos permite convencernos a nosotros mismos de la
idoneidad de nuestras decisiones.
jueves, 26 de noviembre de 2015
Gatos
A los madrileños se nos
llama gatos y no es porque nuestro modo de comunicarnos sea por medio
de maullidos. No maullamos. No señor. De vez en cuando hablamos
gritando o vociferando o hablando bastante más alto de lo normal.
Pero maullar, lo que se dice maullar como un gato en celo no
maullamos. No quiero quedarme con la duda sobre el origen de este
peculiar modo de llamarnos. Investigando he podido leer que el apodo
se remonta al siglo XI. Se ha trasmitido como tradición oral que
cuando las tropas de Alfonso VI intentaban conquistar la ciudad de
Mayrit (el actual Madrid) y, tras varios intentos fallidos, un día
uno de los soldados de las huestes cristianos, ayudado exclusivamente
de una daga, trepó rápidamente por la muralla y, una vez arriba,
quitó el estandarte árabe que ondeaba en lo alto y en su lugar
colocó el estandarte cristiano. Esta hazaña y su rapidez para
realizarla hizo exclamar a alguno de la tropa: “ trepa como un gato
“. Desde entonces se le conoció por este apodo de “gato”. Y
toda su familia heredó como apellido el mismo apodo llegando a ser
uno de los apellidos más importantes de Madrid. Pero esto es
solamente leyenda. Si alguno de los lectores que siguen mi blog
quieren saber la razón verdadera del porqué de este apodo que lea
las siguientes líneas para que le cuente de lo que ayer pude ser
testigo. Estaba en casa de mi hija disfrutando de los adelantos que
mi nieto me mostraba. Tocaba una lata con una maraca, una perfecta
batería para él, marcando acertadamente un cierto ritmo que en él
es innato, metía con cierta destreza unas bolas de plástico en sus
correspondientes agujeros para verlas caer hasta la alfombra por la
rampa del juguete, agitaba un globo enorme disfrutando del sonido que
se producía al chocarlo contra el suelo, repetía sus recién
aprendidas sílabas enlazadas coherentemente “Papáaa, pa, paa,
paapáaaa” y “máma, máamaaaa”, miraba absorto los dibujos
animados de Bob Esponja del televisor. Hasta aquí todo
encantadoramente normal. Pero de repente oyó que se abría la puerta
y, al ver entrar a su padre, dándose una vuelta rápida sobre la
alfombra comenzó a “gatear” hacia su padre a una velocidad que
para él la hubiese querido para escalar la muralla ese soldado al
que todos llamaban “gato”. Mi nieto, como todos los bebés
madrileños de su edad, sí que son “gatos” de verdad no sólo
por su lugar de nacimiento sino por el maravilloso modo que tienen
de “gatear”.
martes, 24 de noviembre de 2015
La luna
Anoche, como hoy, he
podido ver con sumo placer una luna totalmente redonda con un cielo
azul de fondo, más azul marino que azul cielo. La descubrí al
volver de la biblioteca a la que me desplazo prácticamente todos
los días para aprovechar la conexión wifi de la que dispone.
Desde aquí es desde
donde escribo mis entradas porque el ambiente de silencio es el más
adecuado para concentrarse sin que apenas distraiga tu atención y
concentración ruido alguno.
No llamó mi atención
nada especial porque la vuelta a mi casa fue a buen paso dado el frío
que se hacía sentir. No obstante algo me hacía presentir que me iba
a comunicar algo especial. La luna. Sí, la luna.
Pasé por la puerta
principal de la vivienda que está orientada al suroeste y desde ella
no se la divisaba. Tampoco se hacia notar el fulgor de su luz porque
las farolas de la carretera, cuando están encendidas, como era el
caso, consiguen que desaparezca cualquier posibilidad de contemplar
este maravilloso cielo estrellado que observo casi todas las noches
para localizar las constelaciones que desde este enclave en el que me
encuentro puedo divisar. La Osa Mayor con sus siete puntos luminosos
que forman el carro y las tres mulas o el cuerpo de la osa y su cola
(Alkaid, Alkor Alioth, Megrez, Phecda, Dubhe y Merak), la Osa Menor
con sus tres puntos más brillantes (estrellas Polar, Kochab y
Pherkad y otros cuatro puntos de menor luminosidad) y las
constelaciones de Draco, Leo, Leo Minor etc. Me es posible esta
observación desde el patio interior de la vivienda en el que tengo
dispuestas unas lámparas solares con las que reconstruyo en tierra
esas constelaciones para traerme a este espacio de mi patio toda la
magia que, al estar tan distante allá arriba, no puedo alcanzar.
Como suelo hacer todas
las noches por pura rutina, cuando terminé de ver mi serie
televisiva favorita (Carlos Rey y Emperador), salí a este patio
interior para cerciorarme de que las puertas del garaje y de la
cancela estaban bien cerradas. Y fue en ese momento cuando me di
cuenta de lo que me quería decir. Allí arriba estaba ella luminosa,
radiante sin el menor atisbo de cualquier halo que pudiera enturbiar
su pura belleza. Lo llenaba todo con esa luz potente que pocas noches
se puede apreciar. Una luz tan potente que consiguió que todas las
lámparas solares que tengo en el patio dejaran de lucir. Como si no
quisiera que pudiera disfrutar mientras ella estuviera reinando en la
noche de la belleza de las constelaciones del éter ni de las que yo
me había fabricado sobre el suelo. Y, en ese momento, al darme
cuenta de su poder, recordé aquella estrofa de la poetisa griega
Safo:
Las estrellas
alrededor de la hermosa
luna
de nuevo esconden su
brillante forma
cuando
estando completamente
llena
brilla
sobre toda la tierra.
No sólo consiguió que
se escondieran esta noche las estrellas del cielo sino que además,
de ahí mi admiración y extrañeza, desapareciera la luz de las lámparas y se
apagara el cielo que yo me había fabricado y mi deseo de jugar a ser
un dios.
lunes, 23 de noviembre de 2015
La castaña
El
consumo de las castañas es todo un rito. Cuando lo comparo con el
consumo de cualquier otro fruto seco, de un tubérculo o de cualquier
otra fruta noto unas notables diferencias.
Además
de haber sido un elemento fundamental para la nutrición humana
durante muchos siglos en Europa antes de que, tras el descubrimiento
del Nuevo Mundo, se plantara y se consumiera la patata, creo llegar a
tener la sensación de que la castaña tiene algo mágico que nos
trasmite cuando la degustamos. La patata me resulta más vulgar,
aunque deliciosa en cualquiera de los modos en que se cocina. No es
por su origen que para los franceses, al ser una raíz, la patata les
resultaba más propia de las bestias y animales hasta que Parmentier
la dignificó. Pero la castaña, hummmm, la castaña es gloriosa.
Cuando se consume es como si en ese momento un cúmulo de sensaciones
ocultas ya vividas por todos nuestros ancestros se manifestaran
juntas con la primer castaña que pelamos y el primer bocado que le
damos. Además no es por coincidencia que el castaño nos de su fruto
en otoño. En esa estación del año en la que los días comienzan a
ser más cortos, los atardeceres más íntimos por el cromatismo que
nos brindan los bosques y los jardines y las puestas de sol y la hora
de recogerse se adelanta para disfrutar del placer que nos
proporciona el calor del hogar.
Y
es alrededor de ese hogar donde su consumo resulta más placentero.
No importa el modo en que se hayan cocinado. Si se han cocido con
anisetes la cremosidad de su pulpa resulta muy agradable y sabrosa y
más por el suave dulzor que el anís les proporciona. La cocción
con los granos de anís o el anís estrellado llena la estancia de un
agradable aroma que te empuja a su consumo. Si las has adquirido con
la característica de la castaña pilonga su no exagerada dureza te
hace disfrutar también de cada bocado. Como puré para acompañar
otros platos resulta sumamente práctica y los buenos gurmets
aprecian sobremanera los platos con puré de castañas, tanto dulces
como salados, porque son ricas en hidratos de carbono pero tienen
menos grasas que otros frutos secos.
Pero
el modo de consumirlas que a mí me llena de una total satisfacción
es cuando antes se han asado.
Y
quizás fuera alrededor del hogar o de una fogata encendida en el
mismo castañar donde se inventara la castaña asada. Algunas caerían
(¿por casualidad?) en el fuego y eclosionarían produciendo el
requemado de la corteza ese aroma que invitaba a consumirlas. Claro
que no hay que viajar atrás en el tiempo para poder disfrutar ahora
de esas mismas sensaciones. Sólo basta con pasear por cualquiera de
las avenidas de nuestras ciudades y disfrutar de ese olor que
producen al chamuscarse en la chapa agujereada sobre la que se
soasan. Y se apresura el paso para llegar al lugar en el que se
encuentra la castañera y conseguir un cucurucho con el que
calentarse las manos y disfrutar del aroma y del sabor de esas recién
asadas castañas.
Aún
recuerdo mis paseos por la Gran Vía madrileña en esos meses fríos
del final del otoño y comienzo del invierno de los años sesenta
agarrado a la cintura de mi novia calentándonos las manos con aquel
gratificante cucurucho de papel de periódico repleto de castañas
calientes.
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