Siempre recordaré el sabor diferente, sin duda exquisito, de unas mandarinas que un conocido me trajo de los frutales murcianos de su padre.
"Casi las he tenido que robar", me espetó, al decirle que sería buena idea comercializar estos productos de esa excelente calidad para exportarlos al extranjero. "Ya no es nada nuestro. Por tener, lo único que tenemos es el terreno en que nuestros árboles están plantados pero los frutos que esos árboles producirán en las próximas décadas están hipotecados."
Se compra la cosecha en el árbol. No importa que el producto sea de una mejor o peor calidad. Se compra y, a precios irrisorios, la cosecha. ¡Qué bien!. Pero el pago de la compra es, en su mayor parte, la amortización de la inversión tecnológica que los ingenieros alemanes han realizado en nuestro campo para hacerlo más productivo. Y ahora entiendo lo que le impedía a ese conocido mío comercializar sus productos. Lo que le obligaba a robar sus propias mandarinas, sus naranjas y sus pomelos.
Y ¿qué nos depara para el futuro el actual momento económico que estamos padeciendo?
Lo que realmente, según Europa, nos debe importar es que seamos conscientes de que más pronto o más temprano nosotros, que hemos tenido siempre a gala producir los mejores cítricos del mundo, si queremos darnos el placer de degustar esos exquisitos frutos se los tendremos que comprar a los alemanes o, lo que produce aún más confusión, deberemos adquirirlos en el mercado marroquí. Porque lo de "las naranjas de la China" o las "naranjas de Guasi" es casi imposible que se puedan transformar en competidores de los "cítricos alemanes" que, de aquí en adelante, dueños y señores de la producción y de los créditos que permitan hacer crecer esa producción, nos los revenderán y nos los van a ofrecer al precio del carísimo euro alemán actual.
Tendré que aguantarme con recordar, de ahora para siempre, aquel sabor de las mandarinas, las naranjas y los pomelos de mi amigo, porque su adquisición en los grandes centros comerciales o en las fruterías de mi barrio me va a resultar, de ahora en adelante, prácticamente imposible.